lunes, 5 de abril de 2010

La Sobremesa

Es la continuación prometida en "Conmemorando a Darwin" que aparece más adelante (fechas previas, viernes 3 de julio de 2009). Se encuentra completa y ordenada en: www.contradarwin.wordpress.com

(El juez): Nos propusimos esta sobremesa para puntualizar algunos detalles sobre el fraude evolucionista. No por que quedara duda al respecto, sino por el hecho de que algo tan debatido por tantos durante tanto tiempo nos deja con curiosidad sobre ciertos detalles. ¿Está listo, señor Secretario?

Sí su señoría. Ya Martita mi secretaria tiene conectada su laptop, y supervisaré hasta el menor detalle para que no se nos pierda el mínimo pormenor de este tema tan traído y llevado.

Anote primero la ausencia del abogado, mal perdedor se ha mostrado. Igualmente, tome nota de la incorporación al grupo del padre Miguel de la Compañía de Jesús, quien se encuentra muy disgustado por el ridículo de la jesuítica Gregoriana de Roma elogiando a Darwin, y se nos ha incorporado por ello interesado en el tema como lo juzgamos. Bienvenido padre Miguel, ¿quedó al corriente durante la comida de lo que ocurrió en el juzgado el día de hoy?

Al corriente y encantado. Me parece que el enfoque del físico y biólogo doctor Projuárez, con sus modelos y simulaciones es una aportación que se hacía ya necesaria. Quisiera sólo añadir en mi papel de filósofo y matemático, que el asunto fundamental que despoja de seriedad a los evolucionistas radica en que jamás han sido capaces de aportar una causa creíble para la vida. Me explico: Decir que Dios creó, es señalar la causa de la Creación, porque Dios es capaz de crear. Dios, quien por definición es inteligencia, sabiduría y poder infinitos es, conforme a esta definición, la causa perfecta y única de cuanto existe. La mente humana a través de la historia se ha mostrado generalmente satisfecha con esta explicación.

Veamos ahora lo que ocurre cuando la quitamos:

Primero, tenemos que decir que, ya que nadie creó, entonces simplemente sucedió. Y esto es precisamente lo que dicen los evolucionistas. Decir que un temblor hizo caer la jarra que estaba al borde de la mesa parecería creíble; pero, si la jarra estaba llena de gasolina y provocó el incendio, la compañía de seguros ya no iba a aceptar llanamente que "simplemente sucedió"; y estamos hablando de un hecho sencillo a cual más. Alargar el plazo de un año a varias décadas para justificarse con más temblores no va a llenar la jarra con gasolina. Y seguimos en el terreno de lo más simple. De la misma manera un temblor que "simplemente sucedió" puede abrir una puerta. Pero si la puerta era la caja fuerte del banco con tres combinaciones, el señor juez no le iba a creer al ladrón. Si la complejidad de lo más elemental no admite un "simplemente sucedió," resulta absolutamente increíble que lo más complejo, perfecto y bello como es la Creación entera pueda responder a un "simplemente sucedió". La credulidad pública a la sandez pseudocientífica de la evolución de las especies certifica la tontera, y augura peores engaños a futuro para la gente superficialona y desaprensiva en general.

Segundo, si por otro lado quitamos el "simplemente sucedió" para decir que "la evolución creó", tendríamos que la evolución es persona dotada de inteligencia y voluntad. En otras palabras, tan sólo le estarían poniendo a Dios un apodo. Evolución sería uno de tantos nombres de Dios como Señor, Creador, etc... Pero Dios Omnipotente crea instantáneamente, no hay razón para crear evolutivamente; Dios no necesita de millones de años, lo que deja a los evolucionistas con un ídolo que, por un lado, es impotente para cumplir con el plazo bíblico de los siete días de la Creación, y por otro, como ya demostró el Dr. Projuárez, con un sistema de creación inservible. Estamos por consiguiente, con Darwin, ante una idolatría tan estéril, torpe y retrograda como cualquiera de las antes conocidas. Por lo demás, ultrajar así a la omnipotencia divina es, además de idiota, el mayor perjuicio a la fe de millones al dejarnos con un "dios" tan disminuido que ha servido ya para una ciencia chatarra, y serviría tan sólo a una teología basura. En resumen: para hacer de esa limitación la principal contribución al ateísmo que subyace la teoría; y con ello dejar al pueblo, victimado por un engaño tan tonto, reducido a una fe de carcajada. Entendámonos: La evolución como teoría no puede ser causa de especies vivas, sólo podría ser causa de ajustes teóricos, pero la especie gato (como cualquier otra) es más que una teoría, y el sólo transcurrir del tiempo no puede generar ni un pelo del gato. Por consiguiente las teorías deben ajustarse a los hechos.

Pero he aquí el problema más grave que se suscita para las ciencias, y que aflora en el manejo de la teoría de Darwin: Careciendo de toda lógica, se ha usado siempre de la evolución con la lógica misma al revés volteado; se intenta hacer creer que las evidencias deben ajustarse a las teorías; de manera que todo lo que se descubra y pueda acomodarse a la teoría se acepta, lo que la contradiga se rechaza como irreal. Esto no puede llamarse ciencia sino dogmatismo; tan opuesto a la verdadera ciencia por necesidad realista antes que teórica como para seguir destrozando en pleno siglo XXI a la ciencia misma en sus cimientos. Estamos de acuerdo doctor Projuárez?

--En efecto, así es. Y permítame su Señoría que abunde en lo expresado por el padre Miguel.

--Adelante doctor.

--Los defraudadores, como bien sabe su Señoría, son un costal de mañas para sorprender a los incautos. Como primer engaño, se hace creer que existe un registro de los fósiles. ¿Y en que consiste el engaño? En que no existe tal yacimiento que comprenda todos los fósiles. Nunca se ha descubierto tal cosa, y menos ordenado por capas. Partiendo los pillos, por tanto, de la base de que la evolución es real se acomodan las evidencias de muchos yacimientos de manera que los organismos más simples se atribuyan siempre a las capas inferiores, y las especies más complejas a las superiores. Bonito arreglo pero enteramente falaz, ya que parte de la falacia expresada por el padre Miguel de ordenar, como en un solo yacimiento, lo que concuerde con la teoría, para entonces desechar todas las evidencias que la contradicen. Por otro lado, la idea concurrente a los fantasiosos millones de años jamás probados, ha sido, la en este caso válida y muy real selección natural de las especies que asegura la supervivencia de los más aptos. La selección natural no es mera teoría, es una ley universal, y por consiguiente algo perfectamente real no sólo en biología, sino también en la economía de mercado. El único problema que se presenta es que nada tiene que ver la selección natural, ni la supervivencia de los más aptos, con la supuesta evolución de una especie a otra. Me explico: La selección natural, así como su resultante la supervivencia de los más aptos, se reduce al mecanismo natural de acondicionamiento que impide la degeneración de las especies; la disminución de su perfección. Es un sistema como los que usamos para mantenernos en forma, y la economía de mercado para dejar fuera de combate a empresarios ineficientes. Como hizo notar la prensa inglesa de inmediato a Darwin: ni con una selección asistida durante siglos, además de la natural, hemos logrado jamás que un perro pase de ser un perro, o un caballo pase de ser un caballo. Los empresarios que sobreviven en la economía de mercado podrán hacerse inmensamente ricos, pero cuidado con que pudieran, apoyándose en Darwin, exigir que se les considere dioses. ¿Ven a lo que las burradas de Darwin pudieran llevarnos, y más aún, pudieran estar intentando? Pretenden los defraudadores apoyarse en un mecanismo real que podríamos calificar de control de calidad defensivo, para proyectarlo como ofensivo, hacia la invasión de especies superiores. El mono, por ejemplo, volviéndose hombre; pero además sin dejar huella, sin que hallemos entre nosotros los millones de humanoides en distintos grados de transición evolutiva entre el mono y el hombre, ni mono medianamente parlante, que pudieran confirmar de alguna forma lo que, de otra manera, además de burrada queda así como el más inepto de los mitos. Volvemos al mismo punto: todo el evolucionismo en sus variantes y salidas es una historia de mitómanos incapaz de aportar una sola evidencia de lo que afirma. No es necesario insistir que tal pretensión de ciencia es, además de dañino a la ciencia, una forma de idiotizar las mentes "infantiles" de millones de adultos. ¿Quieren que hagamos un experimento mental para demostrarlo?

--(Todos a una): Sí doctor Projuárez.

--Cierren los ojos e imaginen una bolsa vacía. Ahora imaginen que están metiendo diez monedas de diez pesos. Ya tenemos todos la imagen de una bolsa con cien pesos. Ahora, saquen ustedes ciento un pesos de esa bolsa.

--(Todos): No se puede. Imposible, solamente hay cien pesos.

--(El Juez): ¡Eso equivaldría a crear un peso de la nada!

--En efecto su Señoría. A una creación ex nihilo. Eso es lo que está detrás de la teoría de la evolución. Y no se trata en el caso de Darwin de un pesito más, sino de todo el dinero del mundo quedándose corto en comparación con todas las especies enriqueciéndose ¡precisamente ex nihilo! ¿Queda claro el daño que tal idiotez causa a la mente humana?

--(El juez): Quedó claro. Veo que el padre Miguel quiere añadir algo.

--Señor juez: La filosofía multisecular ha precisado este punto más allá de toda duda. Pero al decir, por ejemplo, que no hay hombres del tamaño de una ballena por no haber padres de ese tamaño para engendrarlo, estamos haciendo algo más interesante: estamos señalando que también toda limitación tiene, necesariamente, que tener un origen. En este ejemplo las dimensiones de los padres. Pero el mismo argumento que se aplica a las especies limitadas a ser lo que son podemos usarlo para entender mejor a Dios, porque siendo el único que no tiene orígenes, es igualmente el único que no tiene limitaciones.

--(El Secretario): ¿Todas las limitaciones tienen que tener un origen?

--(Projuárez): ¡Por supuesto, señor secretario! Como todas las cosas.

--(El jesuita): Permítame abundar en el tema señor secretario: Imaginemos una cadena colgante. Para que cuelgue, cada eslabón exige estar sujeto a otro superior como causa de su suspensión sobre el suelo. Mientras más eslabones tenga la cadena, más fuerza se requiere para sostenerla. Más, y no menos. Aplicado a los orígenes que dicen que todos tenemos un padre, mientras más padres sumemos hacia atrás mayor es el impulso vital requerido para la Creación, sobre todo hoy día que sabemos que cada ser humano es único, y no una mera réplica. No hay ni siquiera dos huellas dactilares iguales. Esta individuación implica, y demuestra ya una asignación, y un ordenamiento de cada individuo a un lugar diferente y único. Lugar que no percibimos porque la Creación nos rebasa, y sólo en el más allá tendremos el panorama completo. En ambos casos decimos que la cadena tiene que estar sujeta, y la paternidad inicialmente generada, por algo o alguien diferente. Repito: diferente. Ya no puede ser un eslabón más, o un padre más. Tendrá que ser un clavo que la fije a un muro, o un padre muy distinto en su naturaleza. Lo que ustedes quieran, pero de ninguna manera uno más. A ese Ser necesariamente distinto, diferente, lo llamamos Dios. Y la lógica es implacable: La Causa Primera es necesariamente mayor que todo lo que genera, primero, porque sólo de lo más procede lo menos como acabamos de ver en el ejemplo de los cien pesos. Segundo, por la ley de las proporciones que establece que una obra mayor requiere de un artista más grande y proporcionado a su obra; y nótese que esto es lo contrario al darwinismo que pretende que las cosas se crean solas y que los efectos son siempre superiores a las causas.

¿Puede alguien dudar que el artista es necesariamente diferente de su obra? Con esta distinción nos hacemos cargo del necio que pregunta "¿Entonces a Dios quien lo creó?" La diferencia es esa, la diferencia está en que la causa primera científica y filosóficamente hablando exige ser diferente, y en que la diferencia, necesariamente abismal, radica en no necesitar de un equivalente anterior, padre del común, eslabón, creador, o lo que sea. No solamente no requiere de limitantes, sino que cualquier limitante que quisiéramos asignarle dejaría cuanto existe sin causa suficiente, sin explicación científica o filosófica. Es por eso que el Padre de la Escolástica, San Anselmo, encapsuló su percepción de Dios en lo que otros han resumido como: Imposible que Existente Tan Grande pudiera no existir, ya que sólo de lo máximo puede proceder todo. Es redomadamente sabido que, debido a ello, los ateos atacan la existencia de Dios por medio de las fallas que ellos creen percibir en la Creación con el típico: "Si Dios existe porqué permite esto", cuando la respuesta obvia es: "Si para quitarte lo burro Dios te obligara a pensar, según tú ya no sería bueno, porque sería un dictador". Esta y otras variantes del "Dios no es infinitamente poderoso porque no puede crear un objeto que no pueda mover" se quedan siempre entre que Dios debió crear al hombre menos libre, o en que el culpable de los frutos de la libertad del hombre es Dios mismo ¡para una total irresponsabilidad del hombre! Debido a esto el Pecado Original es la pieza indispensable a la razón. Pieza indispensable negada por los judíos en su Talmud, con lo cual contagiaron a Mahoma y su Corán. Sólo la Iglesia, liberada de esa restricción mental por el conocimiento aceptado del Pecado Original tuvo la vitalidad intelectual para construir la Civilización Occidental que tanto nos admira. Dios Es, y Es el Infinitamente Bueno, el Infinitamente Sabio y Todopoderoso. La pregunta ahora es: ¿Podemos probarlo? Como verán, todo lo dicho nos deja con un solo problema: Demostrar científicamente que ese Poder, capaz de crearlo todo instantáneamente, existe y es descripción tangible de Dios.

(El juez): Y completando como juez, Dios permite lo que habrá de juzgar. Tiene todo el tiempo para ser paciente, porque tiene toda la eternidad para ejercer su justicia. Su posición, padre Miguel, me parece muy clara. Es exactamente lo que necesitamos para no salirnos del terreno científico. ¿Qué opina usted doctor?

Quisiera, su señoría, que el padre Miguel Saber S.J. terminara su exposición. Normalmente, el que sugiere la necesidad de una prueba lo hace porque ya dispone de ella. ¿No es así, padre Miguel?

Si Doctor, si su Señoría está de acuerdo, me gustaría añadir más al respecto.

Adelante padre Miguel.

Repasemos primero los conceptos: Encontramos curiosamente desde los antiguos, que lo que llamaban pruebas de la existencia de Dios, eran, realmente, pruebas del poder de Dios. Así, la causalidad era una exigencia que, partiendo de las limitaciones obligaba a compensar estas con la omnipotencia. Una causa primera de todo lo creado abonaba la creación entera al Creador. La otra prueba era el orden del universo, que exige, obviamente, de un Ordenador. Ambas son, si nos fijamos bien, dos pruebas-descripciones del poder de Dios como Causa Primera, o Causante de todo cuanto existe. Quiero ahora añadir la para mi más obvia: el tiempo. Y hacerlo con el título de "Por que no pueden existir las máquinas del tiempo".

--(El Secretario): Eso sí que suena interesante, yo siempre creí que se descubrirían algún día.

--Es de lo más común en la llamada ciencia ficción, señor secretario. Eso no se puede negar. Pero fuera de la ficción el planteamiento es obvio, y la lección asombrosa. ¿Cómo viajar hacia el pasado, si el día de ayer no existe ya? ¿Podemos viajar hacia la nada señor secretario?

--Bueno, pero todos lo recordamos.

--Precisamente, señor secretario. ¿Recuerda usted haber cometido algún error el día de ayer?

--Nada grave, pero sí disgusté al juez.

--¿Qué le parece si vamos al día de ayer y corregimos su error antes de que se dé cuenta?

--¿Y cómo haríamos eso?

--Trayendo ayer al día de hoy.

--¡Pero eso es imposible!

--¡No más que llevar el día de hoy al día de ayer!¿Qué le parece si vamos a consultar los periódicos del sábado para averiguar el número que se sacó el gordo, y vamos a comprarlo antes de que nos lo ganen?

--(El doctor): Me parece que a lo que va, padre Miguel, es a señalar que sólo el hoy tiene existencia real.

--Exactamente doctor. Piense ahora en la lógica, y en las consecuencias. Y déjeme decirle que hoy tenemos que cambiarlo por instante. Sólo el instante fija el presente, y el instante pretérito y el futuro lo hoy inexistente. El pasado se fue y el futuro no ha llegado. La causa del tiempo es lo que nos interesa ahora. ¿Por qué existió el día de ayer y ahora dejó de existir? ¿Por qué tiene que dejar de existir el día de hoy para dar lugar a mañana? Podemos de hecho vislumbrar una exigencia de tipo económico, y la eliminación de lo inútil.

--(El secretario): Esto ya se puso más interesante.

--(El juez): Se da usted cuenta padre, que ese aparecer y desaparecer habría que aplicarlo al universo entero?

--(el doctor): La física moderna busca, tiempo ha, no sólo la partícula más pequeña, sino también la fracción más pequeña en que pueda dividirse el tiempo. Ya ha recibido nombre: instantón, que sería al tiempo lo que el átomo a la materia. Lo que el padre Miguel ha expuesto da un sentido más apremiante y realista a esa búsqueda. La materia, en su concepción de continuo imperecedero desaparece. Ya no podríamos hablar de que Dios creó, como pretérito, todas las cosas; ni siquiera de que, meramente, las conserva en existencia. A lo que da lugar lo dicho es a que Dios crea incesantemente lo que sólo existe por un instante; y lo crea instante tras instante. Incluyendo, obviamente, la continuidad que llamamos tiempo. ¿Es esto así, padre Miguel?

--Sí doctor, exactamente así. Por eso aproveché un momento anterior para hablar de la Omnipotencia Divina. Sólo Dios es infinito en su poder, y esto sólo puede explicarse por existir sin tener origen que lo limite. En otras palabras: Omnipotente y Eterno son sinónimos en la simplicidad absoluta del único Ser que es Acto Puro, el único en quien no hay mezcla de potencia alguna: Dios es simplísimo. Lo compuesto de acto y potencia que observamos en todas las cosas creadas por Él es lo que nos limita. Todos los aquí presentes hace cien años existíamos en potencia, éramos seres posibles; limitación que desapareció cuando fuimos engendrados. Su señoría a los siete años fue abogado y otras cosas en potencia, y hoy en potencia presidente de la Suprema Corte. Como vemos, la parte que somos sólo en potencia dice dos cosas: lo que no somos pero podemos ser. En Dios no hay mezcla de potencia alguna, por el contrario, Es infinitamente Dios; el que necesariamente tiene que estar en acto en todas las cosas para que estas puedan existir. El las conduce de la potencia al acto de ser. Dios está necesariamente en todas las cosas como el uno está necesariamente en todos los números. De esta manera se identificó Dios cuando dijo a Moisés: "Di al pueblo de Israel: YO SOY me envía a ustedes" (Exodo 3:14). Y a la humanidad: "Antes de que Abraham fuera YO SOY" (Juan 8:58). No existe otra definición que pueda describirlo científicamente. Sólo ÉL ES. Todo el universo y cuanto pueda llegar a existir tiene necesidad de ÉL para poder ser. Para poder tener lugar: un dónde, cuándo y cómo existir. San Pablo lo repite en su discurso en el Areópago de Atenas: "El Señor Dios, en quien vivimos, nos movemos y somos" (Hechos 17-28). Y en las apariciones guadalupanas: "Sabe, y ten entendido hijo mío, que soy la verdadera madre de Dios por quien se vive". Como vemos, el Cielo va directo a lo que la filosofía sólo encuentra con rodeos. Obviamente, ser Madre de Dios se refiere a la Encarnación del Verbo.

--(La monja): ¿Tiene otras citas relevantes de la Sagrada Escritura, padre Miguel?

--Por supuesto madre. Recuerde este pasaje del libro de Josué 10:12-14: "Entonces habló Josué a Yahveh, el día que Yahveh entregó al amorreo en manos de los israelitas, a los ojos de Israel y dijo: «Detente, sol, en Gabaón, y tú, luna, en el valle de Ayyalón.» Y el sol se detuvo y la luna se paró hasta que el pueblo se vengó de sus enemigos. ¿No está esto escrito en el libro del Justo el sol se paró en medio del cielo y no tuvo prisa en ponerse como un día entero? No hubo día semejante ni antes ni después, en que obedeciera Yahveh a la voz de un hombre. Es que Yahveh combatía por Israel". ¿Cuántas veces no hemos oído "esas son meras formas de hablar ¡imagínense el casos cósmico que se crearía de ser literalmente cierto!" Los necios que tal dicen creen que el universo es como una máquina gigantesca que está siempre allí, existiendo independientemente de la voluntad de Dios. La ciencia humana, al no tener mucha idea del tiempo se mueve en el ridículo. Lo que ya no es posible ni imaginar siquiera, es que estuviera allí ¡pero con todos sus ayeres pegados para poder viajar hacia ellos! Recuerde igualmente, madre Mari, este otro pasaje de Isaías 38:4-8: "Entonces le fue dirigida a Isaías la palabra de Yahveh para el rey, diciendo: «Vete y di a Ezequías: Así habla Yahveh, Dios de tu padre David: He oído tu plegaria, he visto tus lágrimas y voy a curarte. Dentro de tres días subirás a la Casa de Yahveh. Añadiré quince años a tus días. Te libraré a ti y a esta ciudad de la mano del rey de Asiria, y ampararé a esta ciudad.». . . Isaías respondió: «Esta será para ti de parte de Yahveh, la señal de que Yahveh hará lo que ha dicho. He aquí que voy a hacer que la sombra del sol retroceda las diez líneas que ha bajado en el reloj de Acaz. Y retrocedió el sol por las diez líneas que había bajado".

En el primer caso el sol quedó paralizado en el cielo; en el segundo más alarmante para los incrédulos ¡el sol retrocedió en el cielo parte del camino andado! Ambos casos implican un parón, y un parón con reversa en el giro de la tierra para el segundo caso, lo que habría sido sobre la corteza terrestre un frenón a la velocidad de más de 1600 Kms por hora a cero de golpe; y en el segundo caso con retroceso de golpe. Increíble de no ser por la Omnipotencia sustituyendo nuevos enmarcamientos temporales por los usuales, lo que dejaría fuera la inercia para que los habitantes de la superficie en vez de salir volando ni lo notaran.

--(El doctor, pensativo): Dejar fuera la inercia... Me sorprende, padre Miguel. No sólo está usted contribuyendo una teoría científicamente válida, sino que la está avalando con la Sagrada Escritura. Y sabemos todos que lo que digo va a recibir el más fanático rechazo de aquellos que, para dejar a la ciencia en la impotencia actual niegan a Dios.

--(El secretario): Pero doctor, ¿impotencia actual de la ciencia? Pero si todos los días lo que nos maravilla con sus descubrimientos es la ciencia. ¿Cómo se atreve a tildarla de impotente?

--Hará casi veinte años, señor secretario, tuvo lugar un hecho que se hizo famoso en el mundo de la física. Una eminencia mundial dictó una conferencia en UCLA, al final de la cual se levantó un físico y le dijo: Doctor, sólo quiero que me diga dos cosas, qué es la inercia, y qué es la gravedad. Tras pensarlo un momento el conferencista respondió: Mire, lo que son lo ignoro; ah, ¡pero le puedo decir lo que hacen! A lo que burlonamente respondió el interrogante: Pero doctor, eso no es ciencia, ¡eso es tecnología! La carcajada generalizada hizo época, y sigue siendo tan embarazosa para la física de hoy como lo fue hace veinte años. Los descubrimientos a que se refiere el señor secretario son tecnología que evoluciona, pero aún no sabemos con certeza que es la gravedad, ni qué es la inercia, ni muchas otras cosas. Sabemos, aún en el terreno de la tecnología como funciona una computadora, pero no tenemos la menor idea de cómo puede la mente elucubrar nuevas ideas. Resumiendo: Podemos seguir mejorando las comunicaciones que han sido el fundamento de todo el desarrollo tecnológico e industrial, aumentando la velocidad y reduciendo el tamaño y los costos. Pero ciencia es lo contrario a destruir la tierra con contaminación y bombas nucleares mientras violamos todas las leyes de la Creación. El conferencista que sólo pudo responder "pero le puedo decir lo que hacen", debe haber quedado muy agradecido de que no le preguntaran: Oiga, ¿por qué hacen todo lo que hacen?

--(El Juez): En donde sí parece haber problema, es en introducir la omnipotencia directa, a Dios mismo, en un ambiente que para progresar se ha restringido a relaciones causales puramente materiales doctor.

--Sin duda alguna, señor juez. ¿Qué solución se le ocurre padre Miguel?

--Hacer notar a los hombres de ciencia como usted doctor, la imposibilidad de entender nada de las ciencias sin esa "omnipotencia directa" que menciona el señor juez Fernández.

--(El Juez): Adelante, padre Miguel, tiene toda nuestra atención.

--Nada hay más extraordinario que la Creación. Volver a ella, por tanto, es más garantía de interesar que repetición. El enfoque que daré es ahora uno que inició matemático y terminó en juguetería. Y creo que nos alegraremos todos con su sencillez final, porque matemáticos aquí hay pocos.

La burrada de la evolución tenía, tarde que temprano, que topar con su némesis numérica. Recordemos que el paso de la filosofía a la ciencia se dio por la precisión del número en la corroboración por el experimento. Fue Galileo Galilei. Y que divertida se habría puesto Galileo desayunándose a Darwin entre carcajadas. Pero lo que no le tocó a Galileo le tocó a Charles-Eugène Guye.

--(El secretario): ¿Y ese quién es?

--Un físico suizo, señor secretario. Primero les diré lo que hizo, y luego les completaré los datos. ¿Qué les parece?

--(Todos): Adelante.

--Vamos a hacer otro experimento mental. ¿Están listos?

--(Todos): Sí.

--Imaginemos un tubito de cristal transparente; como una cerbatana, pero muy largo, en el cual vamos a meter mil bolitas blancas seguidas de mil bolitas negras. Todas ajustan con precisión, de manera que no hay forma de que se mezclen. Las blancas seguirán del lado blanco y las negras del negro. Como paso siguiente ponemos un tapón en el lado que quedará abajo para que no se salgan. En el lado de arriba colocamos una retorta de cristal para que, al voltear el aparato, caigan en la retorta las dos mil bolitas.

El paso siguiente es, precisamente, voltear el aparato. Ahora comenzamos la segunda etapa del experimento: Agitamos y volteamos el aparto para que las bolitas vuelvan a entrar en el tubito de cristal; y repetiremos una y otra vez, hasta que logremos que queden separadas totalmente, como al principio, las negras de las blancas. ¿Saben cuándo vamos a lograrlo?

--(Todos): ¡Nunca!

--¡Exactamente! ¡Nunca! Ahora les voy a explicar de lo que se trata. Los orígenes de la vida están sujetos a tan solo dos causas posibles: Dios Creador, y para los evolucionistas el azar. A nadie se le ha ocurrido alguna otra causa posible. Charles-Eugène Guye se propuso aplicar las matemáticas al caso, y el componente más sencillo de la vida es la molécula de proteína. Demos una idea: En la cabeza de un alfiler caben unas diez mil células promedio, y cada célula tiene unas 30,000 moléculas de proteína, eso significa que trescientos millones de moléculas de proteína caben en la cabeza de un alfiler. A pesar de ser tan pequeñas, cada molécula es un prodigio arquitectónico de estructuración atómica. Cada molécula requiere de un mínimo de cuatro a cinco elementos, pero Guye cayó en cuenta de que bastaba con dos para demostrar, matemáticamente, la imposibilidad de que una sola molécula apareciera por azar. De ahí que hayamos usado solo blancas y negras para representar dos tipos de átomos, o átomos de tan solo dos elementos.

Como es obvio, ni la división tajante en blancas y negras, ni el gris de la mezcla representan una estructura molecular; pero lo sorprendente de la vida es su asimetría. La separación total inicial en blancas y negras, 100% asimétrica, no difiere para el cálculo del lugar de donde las sacamos. Sacar una bolita de la bolsa de las blancas tiene siempre una probabilidad de uno: cada vez que saquemos una esta será blanca. Lo mismo ocurrirá con la bolsa de las negras. La probabilidad de sacar una negra será siempre de uno. Pero ya mezcladas en la retorta la probabilidad de sacar una blanca será la misma que la de sacar una negra, es decir del 50%, o de 1/2 para cada caso. Las moléculas de proteína tienen una asimetría de 0.9, se acercan enormemente a la disposición inicial, a una separación casi total. Regresarlas de su simetría de 0.5 hasta su asimetría de 0.9 es el reto real. Baste decir que los resultados numéricos de la improbabilidad de que se dé una sola molécula de tan sólo dos átomos por azar ya la experimentaron, mentalmente, ustedes.

Si quieren una analogía válida, podemos tomar el universo entero con sus cientos de miles de millones de galaxias, con sus cientos de miles de millones de estrellas cada galaxia ,y sumar todos sus átomos. La cifra cosmológica estimada es de 10 elevado a la octogésima novena potencia. Un uno con 89 ceros a la derecha nos da el estimado de todos los protones existentes en el universo visible con los más modernos telescopios. Añadir un solo cero para pasar de diez a la octogésima novena, a diez a la nonagésima ¡equivaldría a multiplicar el universo entero por diez! Ahora bien, todos sabemos que el número cero equivale a nada a menos que esté a la derecha de un número y a la izquierda del punto decimal, ¿verdad?

--(Todos): ¡Sí!

--¿Y estamos de acuerdo en que cero centavos de adeudo no dan lugar a que añadamos un lugar más para andar hurgando en las décimas de centavo?

--(Todos): Sí... ¡por supuesto!

--(El jesuita): Pues fíjense ustedes que, afortunadamente para la teoría de probabilidades, el equivalente a la nada exige una precisión mayor. De esta manera, Guye calculó la probabilidad de que se diera el orden de una sola molécula de proteína como fruto del azar en cero, punto, 160 ceros y un uno. Vamos a bajar este cálculo a la realidad: Si el universo suma un total de 10 elevado a la 89 protones podemos estimar la certeza de dar con una molécula de proteína reduciéndose, del tamaño del universo, hasta el tamaño de un protón como de 160 - 89 = 71. Tan improbable como diez elevado a la menos 71. Tan improbable, todavía, como cero, punto, y setenta y un ceros antes de la primera cifra. Es más probable, pero como vemos casi igualmente inútil. Todavía tenemos que dividir un solo protón entre diez setenta y un veces, una tras otra, para tener un estimado final de dicha improbabilidad comprando el tamaño final con el tamaño del universo entero. Y estamos hablando de una sola molécula de proteína ¡de las que cabrían trescientos millones en la cabeza de un alfiler! Para que tan solo dos de las 300,000,000 que caben en la cabeza de un alfiler se dieran simultáneamente, tendríamos que sumar los exponentes negativos de diez: (-160) + (-160) = -320 como exponente de diez: Cero, punto, trescientos veinte ceros antes de la primera cifra. Como vemos, hemos dejado muy, pero muy atrás el concepto de cifras astronómicas. ¿A qué conclusión llegamos señor juez?

--(El Juez): A que la necesidad de Dios, el poder de Dios, y la indispensable presencia de Dios gracias a las ciencias modernas rebasa infinitamente lo que imaginaron los antiguos. Así como usted lo explica ¡Dios lo es todo desde antes y como prerrequisito del orden más ínfimo! Del orden exigido por una sola molécula de proteína.

--(La monja): Lo que no acabo de entender es lo de la agitación. ¿Por qué tener que agitar y de donde salió la idea?

--(El Doctor): Recuerde usted, madre Mari, que la alternativa materialista pretende partir del azar. ¿No sé si alguna vez presenció un juego de dados con cubilete? Se agitan los dados para partir siempre del azar y se arrojan para ver que sale. Esta misma idea es la de los materialistas partiendo de la agitación calórica de una tierra candente, antes de que iniciara la vida.

--(La monja): En ese caso, doctor, entiendo todavía menos. ¿Qué acaso el calor no destruye la vida? Yo pongo a hervir el agua en mi convento para matar todos los microbios.

--(El jesuita): Está usted muy atinada, querida madre. En efecto, es otra de las chambonadas de los materialistas con sus idioteces que no acaban de ajustar con nada en sentido alguno.

--(El Secretario): Ahora entiendo por qué los evolucionistas comienzan siempre sus discusiones a la mitad del camino, con especies de vida ya avanzadas.

--(El Doctor): Se me ocurre, padre Miguel, que existe un remate más contundente todavía, partiendo de lo ya dicho contra el argumento de extender los años para que la evolución tuviera la menor probabilidad de realización. ¿Me permite un experimento mental siguiendo sus lineamientos?

--(El jesuita): Adelante, doctor.

--(Projuárez): ¿Todos listos?

--(Todos): Sí.

--El objetivo del experimento es muy sencillo: comparar lo que toma construir, con lo que toma destruir. Ya lo vimos de hecho, lo que tomó montar el aparato. Lo que tomó contar y sacar mil bolitas blancas de la bolsa de las blancas, y mil negras de la bolsa de las negras. El tiempo y esfuerzo que tomo entubarlas por separado, poner un tapón de un lado y una retorta transparente del otro. Y después voltear el aparato para que por ese sólo hecho el orden quedara totalmente destruido. Irremediablemente destruido. Hagamos ahora mentalmente el esfuerzo de volver a separar de las dos mil mezcladas, las blancas por un lado y las negras por otro para repetir el experimento. ¿Cómo lo ven? Ya no estamos partiendo del imposible del mero azar, ni de la mezcla homogénea color gris; y sin embargo, todas las veces que repitamos esta evolución super asistida los resultados serán igualmente inútiles. ¿Ganamos algo con prolongar el tiempo, o ha quedado en claro que a mayor tiempo más veces se repetirá la destrucción sin posibilidad alguna de construcción?

--(El Juez): Creo que el delito de fraude no deja lugar a dudas por cualquier lado que se le vea. Los daños de presentar tamaña estupidez como ciencia rebasa lo concebible. Han forzado gracias al monopolio del poder, del dinero y de los medios de difusión a la pérdida de más de un siglo y medio para el desarrollo humano de las ciencias. Todos los calificativos más reprobables del idioma se quedan cortos.

--(El secretario): Si se me permite, señor juez. . .

--¿De qué se trata, señor secretario?

--Siempre me apasioné con las máquinas del tiempo. . .

--(El juez): El asunto para mí quedó resuelto con la observación de que el universo entero no puede encolar todos los instantes del pasado para que pudiéramos viajar a ellos. ¿Se imagina usted el universo entero multiplicado por su equivalente por todos los instantes que han transcurrido señor secretario? ¿La masa entera de cientos de miles de millones de galaxias con cientos de miles de millones de estrellas subsistiendo por cada instante transcurrido como réplica siempre creciente de sí mismo para que pudiera usted trasladarse a ellos? Y luego los viajes al futuro, multiplicando el universo entero por cada instante a futuro. . .

--(Projuárez): Yo que usted, señor secretario, mejor daría gracias de que ello sea imposible. Imagínese que alguien toma una máquina del tiempo para cambiar algo de la historia de México. El cambio condujo a que su padre y su madre no se conocieran oportunamente para transmitirle la vida. ¡Sería asombroso verle desaparecer de nuestra vista de golpe, señor secretario! Le garantizo que de ser eso algún día posible, ¡esas vistosísimas desapariciones se estarían dando a cada rato en el mundo entero!

--(El jesuita): ¿Qué le parece si volviendo al tema, acordamos, señor juez, con la lección final en sus propios terrenos, los jurídicos que sabemos se han desprendido siempre del orden moral?

--Adelante padre Miguel.

--Todo este experimento con las bolitas no solo exorciza las teorías darwinistas de la ciencia, nos da algo más: una preciosa parábola del orden moral. La ética requiere siempre no menos que las ciencias del esfuerzo individual y colectivo. Más aplicación se requiere para educar a un niño, para hacer de un joven un adulto de provecho que para montar un experimento; pero destruir una vida es tan simple como poner el aparato de cabeza, y los jueces como usted, y los sacerdotes como yo sabemos todo al respecto. Un momentáneo desbordar de las pasiones y tenemos honras y vidas destruidas. Un tolerar de más, una simple desobediencia y hay tragedia a la puerta. Por algo dice la Sagrada Escritura que el que escatima de la vara con su hijo lo odia.

--(El juez): Sí padre. Y no solo en el juzgado o en el confesionario. La prensa reporta continuamente la tragedia de un descuido, o varias muertes por el alcohol y, o, las drogas. Sabemos bien lo que la cárcel hace a aquel que creyó en la impunidad; y usted, ciertamente, querrá enfatizar que el infierno está sin tocar para los que temieron a Dios, y repleto por el contrario de los que se reían de su existencia como castigo tremendo y definitivo. Sí, nadie está en mayor peligro de ir a la cárcel que quien no teme a la justicia, y dirá usted, del infierno que quien afirma que el infierno eterno no existe.

--Más interesante todavía, señor juez, sería comparar la evolución del mal. Ciertamente sabemos que los peores delitos no parten de la nada. Su llegada se ve anunciada por violaciones cada vez más graves a la ley moral, y en muchos casos a la ley penal. Aquí sí la evolución es término apropiado. Mi función sacerdotal me facilita más por el confesionario percibir el peligro para un alma, que a un operador de radar ver un peligro en sus pantallas del aeropuerto.

--¿Hay alguna metodología aplicable para discernir el peligro, padre Miguel?

--Sí que la hay, por supuesto. La sabiduría tradicional de la Iglesia nos habla de los tres enemigos del alma: El Demonio, el mundo y la carne. Estas tres cosas tienen voluntad propia, contraria a la voluntad de Dios, y procuran siempre nuestra alianza en contra suya. Cada uno de estos tres enemigos nos dan el equivalente a poner el aparato de cabeza para destruir el orden si no tomamos precauciones. Al mundo de hoy, habiendo idolatrado la carne, le falta casi nada para adorar públicamente al Diablo. Los diez mandamientos del orden mínimo a respetar en todos los casos fueron superados por el mandamiento del amor. Este último nos habla del mayor de los peligros: la tibieza. La tibieza es el pecado contra el amor y la causa de la ruina actual de la Iglesia, de su apostasía. De ahí sobrevino la relativización de los mandamientos, de los dogmas, y la pérdida de la autoridad; y con ello del orden. Jesucristo N.S. es tajante: "Ahora bien, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca." (Apoc 3:16). Esta es la falta más grave que puede cometer un cristiano, precisamente porque el primer mandamiento es: "Amarás al Señor tu Dios con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu corazón". El amor que a Dios debemos es el más ardiente de los amores. Los clérigos en el infierno han sido tibios, han permitido primero que el amor de Dios se confunda con el amor al prójimo, para luego dar más importancia al amor al prójimo que al amor a Dios. ¿Tiene algo de extraño que terminen idolatrando el sexo? Voy ahora a su pregunta: El mal es, precisamente, este tipo de desorden; y su análisis se facilita cuando recurrimos a los peores pecados, aquellos que desde el Antiguo Testamento eran sancionados con pena de muerte.

--(El doctor): Sin embargo, el aborto intencional no aparece entre ellos.

--La razón es muy sencilla doctor: Todo el pueblo judío tenía una razón suprema para existir, la esperanza puesta en un nacimiento, el nacimiento del Mesías. Como usted comprende, eso hacía innecesario prohibir el feticidio, dado que el Mesías era irreconocible en su estado de gestación. No podía, en este esquema, haber otra cosa que el mayor respeto por la vida fetal. Es por ello que el único caso que aparece en el Antiguo Testamento de una mujer que aborta por un golpe debido a una riña entre dos hombres, obliga al causante a pagar una indemnización al marido. Pero si la mujer también muere, en ese caso el causante debe morir también. La diferencia no pretende, como afirman los rabinos, tasar el valor de la vida de la mujer en relación a la vida del feto, sino la intencionalidad del agresor. Un accidente es una cosa, la intención de dar muerte al feto al grado de matar a la madre ya no es cuestión accidental. Contra los rabinos: si el nonato valiera tan poco, el Mesías tenía que valer lo mismo.

--(El juez): Háblenos del incesto, padre. Pésimas cosas se han visto en la televisión.

--En efecto, se han llegado a ver telenovelas con escenas crudas de violación de una hermana por su hermano. Pero no es necesario llegar al extremo de la violación. Partamos del hecho de que la sexualidad es algo mucho más trascendental que un placer momentáneo. Los reyes, y todos los poderosos han establecido alianzas uniendo en matrimonio, unión carnal, a hijos con hijas por conveniencia; y es tan fuerte está unión que el matrimonio es un símil para representar la unión de Cristo con su Iglesia, y se le considera suficiente para establecer un enlace de por vida; indisoluble, inatacable, y permanente. ¿Qué nos muestra la experiencia de la inicua unión sexual que llega a darse entre hermano y hermana? Precisamente una sólida alianza, pero con el Diablo. Culpables, se ocultan de los padres que son ya el enemigo natural de la unión incestuosa que se conserva en secreto, y que los lleva a menospreciar y conspirar contra sus padres; en algún momento a despojarlos de sus bienes, a exigirles sin medida ni consideración; a abandonarlos finalmente, y en ciertos casos a matarlos. Nada hay que pueda abestiar al hombre con tanta eficacia como el instinto sexual. Entre los judíos el Talmud acepta este tipo de satisfacción mutua entre la madre y el hijo de menos de ocho años, lo que condujo a Elizabeth Dilling como crítica estudiosa del Talmud a referirse horrorizada a la "sucia madre" (The foul mother) judía. La forma en que el sexo entra como cuña desde temprana edad para corromper al hombre hasta el extremo queda exhibida por los anticonceptivos y el aborto, y finalmente en la sodomía. El uso de un anticonceptivo nos presenta con la elección de cinco minutos de placer valorados por encima de toda una vida humana. ¿Cómo extrañarse del satanismo subsiguiente en el aborto, parricidios y joterías?

--(El Juez): Si, padre Miguel. Lo sabemos. La mejor forma de hundir a un pueblo; de despojarlo de su dignidad para poder esclavizarlo está en lo que hoy propician todas las fuerzas políticas liberalizando el desenfreno sexual al extremo de promover el aborto y las sodomías. Pobre del pueblo que, carente de conciencias cívicas, no se oponga con toda su alma. Terminará en basura, y sólo tendrá criminales abestiados y ríos de sangre que presumir ante el mundo. Estas son las consecuencias finales de la pseudo ciencia talmúdica de Darwin, Marx y Freud.

--(El jesuita): Caigamos en cuenta, sobre todo, en la precisión del Evangelio. No hay exageración alguna --ya que exagerar es una forma de mentir-- en la admonición del Señor: "El que mira con malos deseos a una mujer ya cometió con ella adulterio en su corazón". Con una sola mirada se logran dos cosas gravísimas: reducir la dignidad de una mujer a mero objeto sexual, y dar entrada a un vicio, el vicio sexual que es zaguán abierto a los demás vicios. Una sola mirada basta para poner de cabeza al aparato y destruir el orden; y en la afición al desorden hacerlo de manera en muchos casos irremediablemente irreversible. "Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir al infierno, al fuego que no se apaga". (Mateo 5:28-30; Marcos 9:43-47). Es siempre de llamar la atención que los que relativizan estas admoniciones son los falsos maestros que igual niegan el infierno. Es obvio, y debiera serlo a los traidores, a los Judas Iscariotes que abundan hoy entre el clero, que de no haber infierno Cristo estaría haciendo el ridículo por dejarse crucificar. ¡Así de grave! ¿Para salvarnos de qué iba a padecer tanto? De no existir la tremenda Justicia de un Dios ultrajado, el bueno sería el que todo nos lo quiere permitir, el Diablo; y el malo sería el que nos da las prohibiciones. Como es obvio, para nosotros los cristianos son los judíos los que ponen el aparato de cabeza con su Talmud; como para ellos somos nosotros con nuestra moral intransigente. Pero nuestro Dios exige conforme a Su perfección la rectitud; y el de ellos en su Talmud en nada se diferencia del Diablo. Al Talmud como prueba me remito: www.comeandhear.com

--(El juez): Me parece, padre Miguel, que habiendo comenzado todo con el Pecado Original tendrá usted, en la próxima sobremesa que darnos una buena instrucción sobre ello. ¿Podemos fijarle fecha?

--Será un placer. ¿Le parece bien este mismo lugar y a la misma hora dentro de una semana?

--Acordado. Tome nota de los asistentes interesados señor secretario.